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Maybe I won't be available to post prior to arrival of new year, so I would like to wish you all a healthy and successful 2012 and you continue coming here :) Happy New Year!!!
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Se me pasó tan rápido el tiempo. Sin darme cuenta tengo dos hijos hechos todo unos hombres, ambos profesionales y con un tremendo futuro por delante. No me gusta decirlo, me cuesta hacerlo; sin embargo, creo que la partida de su madre nos hizo más unidos y, para ser sincero, me parece que estando la familia completa, el vínculo entre nosotros no sería lo sólido que es ahora. Estoy seguro que no es una opinión mía nada más. Si les preguntase a los chicos, dirían algo por el estilo.
Caramba. Pensar que siento como si fuese ayer cuando salía a caminar por el malecón pensando en todos los planes que tenía en mi vida. En cómo viviría cuando tenga la edad que tengo ahora, dónde estaría, haciendo qué. ¡No! ¡No voy a admitir que me apena el paso de los años! Quizás sí deba reconocer que me desvié un poco del camino que me interesaba seguir, pero a cambio la vida me dio otras satisfacciones. Pensé que mis hijos estarían lejos y mírenlos, los veo casi a diario. No nos falta nada y vivimos con todas las comodidades que una persona necesita. De repente no viajamos tan con la frecuencia que quisiéramos, al menos juntos, pero eso puede cambiar en los siguientes meses.
Por otro lado, es definitivo que extraño mucho a la ‘Negrita’. Mi compañera de toda la vida. Mi consejera, mi mejor amiga. Lamentablemente, los últimos años fueron durísimos para ella, para nosotros, para todos los que la acompañaron hasta el final. De nuevo, es duro decirlo pero creo que ahora descansa en paz. ¡Cómo no recordar a cada instante su sonrisa! Lo bien que bailaba, si hasta me llevaba a la hora de la salsa. No llores, no llores, viejo. Recuerda esas épocas con alegría. A la ‘Negrita’ le encantaría que sonrías cada vez que la recuerdes o menciones. Ya han pasado casi seis años desde ese triste momento. ¡Qué rápido pasó el tiempo! Sin duda, ella era la única con la que quería, y todavía quiero, pasar mis últimos días. ‘Negrita’, ‘Negrita’, espérame, ya pronto estaremos de nuevo juntos.
Tanto me concentré con el recuento de mi vida que ya me estaba desviando del camino. Quedé con el ‘Gordo’ a las nueve de la mañana y voy a llegar tarde. Bueno, por una vez que llegue pasada la hora, total, él siempre me hace la misma. Me dice que va a llegar en veinte minutitos, esa es su expresión, y termina llegando en una hora. Más sinvergüenza ese gordito. Pero es mi amigo del alma. ¿Ya cuántos años nos conocemos? Desde que estábamos sacando el DNI, creo. ¡Unos niños! Y a pesar de los años seguimos en contacto. Casi sin querer, ya llevamos varios meses cumpliendo con el ritual del desayuno dominguero.
(…)
Ya casi voy llegando. La siguiente a la derecha.
(…)
- ‘Gordo’, ¿desayuno donde siempre?
- No, no. Mejor vamos al Café Beyle. Hoy tengo ganas de ir al centro.
- ¿Qué pasó? ¿Te dio la onda bohemia de nuevo?
- (risas) La verdad es que estuve haciendo algunos arreglos en casa. Ahora que no hay nadie tengo mucho tiempo libre y me puse a revisar repisas viejas, a ver qué tenían y me encontré varias sorpresas.
- De hecho. Ya me imagino. Seguro fotos, recuerdos, las revistas pornográficas que siempre le ocultabas a tu mujer. (Risas).
- Si, si. Esas mismas… Pero sobretodo fotos. Encontré unas muy antiguas, de la época de la universidad. ¿Recuerdas esta película Into the wild?
- Claro, claro. ¡Es de hace años!
- Exacto. Encontré fotos de cuando me dejé la barba como el protagonista de esa película.
- No me acuerdo de ese personaje. Lo que sí tengo clarísimo es que la banda sonora me gustó bastante. Recuerdo especialmente una canción: Guaranteed.
- Ufff… ¡excelente!
(…)
Yo creo que ya nos pasamos. Debí entrar a la izquierda en la anterior esquina.
- Oye, ‘Gordo’, ¿dónde era el café ese?
- ¿Qué? ¿Ya no te acuerdas? Si es al costado de lo que era El Ángel. Dime que sí te acuerdas de El Ángel, por favor.
- Claro, claro. Si una vez salimos de allí, fuimos a otro hueco al frente donde había un pelucón sirviendo unos tragos raros y te emborrachaste porque tu novia de aquel entonces te había dejado (risas). Llorabas como si te hubiese plantado frente al altar… ¡y recién se habían conocido ni hacía medio año!
- No te burles. Uno comete locuras cuando es chiquillo.
- Me acuerdo que me contabas que le habías escrito algo de que tu vida se desaparecía, algo así.
- Sí. Lo que te decía era que mientras yo la extraño, mi vida desvanece más. ¡Cómo pasa el tiempo!
- Vuela.
Espérame, ‘Negrita’. Pronto estaremos juntos.
FIN
El cielo ya aclaraba. Se fijó la hora en su recién estrenado reloj y vio que faltaban trece minutos para las seis de la mañana. Lo normal en estas situaciones era que buscase algo para llevar a casa y compartir con su padre a la hora del desayuno, además del diario con el coleccionable ‘Grandes monumentos hechos por el hombre’ que tanto le emocionaba a su progenitor; sin embargo, hoy no era un día cualquiera. Estaba extasiado, emocionado. Aquella chica a la que en un principio no había querido conocer terminó ocasionándole fuertes devaneos de los que ahora era víctima. Aún le sudaban las manos, las imágenes de las últimas casi cinco horas, pasaban una y otra vez frente a él. Cada minuto frente a ella había sido histórico, mítico, y le ponía más contento saber –a pesar de no haberlo preguntado- que a ella también le había agradado estar ahí. “Hay que estar en el momento justo en el lugar indicado” se repetía con frecuencia y sonreía para sí mismo. Le alegraba saber que todo se había producido de un modo natural, sin excesos de años anteriores donde le ocurría el famoso Coyote ugly de los americanos, aquella situación en la que uno despierta y se lleva tremenda sorpresa al ver a su acompañante de turno. Esta vez fue diferente, desde la primera conversación que entablaron, el primer brindis que hicieron “porque este año nos ganemos la lotería”, las risas que intercambiaron, las sonrisas cómplices cuando analizaban al resto de asistentes al departamento, la salida con rumbo a la casa de ella, el camino en el taxi, el abrazo dentro de él para sentir menos frío, las manos que se rozaban ‘sin intención’, el tiempo en casa de ella, la despedida, aquella energía en medio de ambos, hormigas en el estómago como cuando uno es adolescente (y es que para el amor no hay edad, como nos enseñan las telenovelas).
Era tal su estado que decidió caminar las varias cuadras que separaban ambas casas. En realidad, la lógica que soportaba su decisión era que si llegaba antes, dormiría más temprano y, así, no podría recordar cada segundo de esa noche que terminaba. Mientras más tiempo permaneciese despierto, más tiempo podría recordar el rostro de ella sonriéndole, mirándole a los ojos en aquellas pausas durante la conversación, donde el silencio expresaba mejor que las palabras lo que se estaba gestando entre ambos y que él estaba dispuesto a cuidar para que germine de la mejor manera posible. “Es increíble lo que sucede cuando uno no tiene mayores expectativas. Y pensar que casi no contesto el teléfono por la bulla que había en el bar”. Se rió para sí mismo. El reloj marcaba las seis con veintisiete minutos.
- Hola, hermano. ¿Cómo estás? ¿Hoy nos visitas para almorzar con el viejo? Tú sabes cómo se alegra cuando tiene a sus dos hijos reunidos… con la falta que le hace mamá.
Le había llamado su hermano mayor, aquel que le servía como modelo y guía, no por uno u otro logro académico o profesional, sino porque era una buena persona, que había conseguido sus metas y alcanzado sus sueños con un trabajo dedicado y sin lastimar a nadie. No lo decía por ser su hermano, sino porque tenía referencias de terceros al respecto. Su hermano estaba casado desde hace una década atrás y su familia la componía los dos cónyuges, un pequeño de enormes ojos color caramelo, que era el engreído de la familia, y un cachorro de raza labrador.
- No creo, Flaco. Hoy he quedado con la familia en ir a ver el nuevo jardín donde estudiará el bebe. Tú sabes que ya estamos en esas épocas donde se comienza a hablar de todo lo relacionado a la educación de los hijos. Tenemos que hacer una buena elección.
- Claro, claro. Sí entiendo. Te cuento lo que me pasó anoche. No puedo creerlo hasta ahora…
El sentir emocionado a su hermanito menor le producía una grata sensación, toda vez que, de alguna manera, esta historia le recordaba cómo conoció a la madre de su primogénito. Fue durante una reunión con compañeros de la escuela. Celebraban un aniversario más de haber dejado esas aulas y uno de ellos llegó con dos señoritas más, una era su novia de entonces y la otra, la hermana de ella. Congeniaron bien y las salidas se fueron dando sucesivamente, primero con grupos de amigos en común (o de alguno de ellos) y luego, solamente ambos. Los viajes también se fueron organizando. En uno de ellos sucedió la pedida de mano, el compromiso oficial luego de cerca de 60 meses como pareja. En tiempo récord prepararon todo lo concerniente a la boda y, en menos de año y medio, ella ingresaba a la Iglesia vestida de blanco, como siempre lo soñó, para unirse hasta que la muerte los separe al hombre de su vida. El momento cumbre se dio cuando a la hora del vals, el tradicional ‘Danubio Azul’ fue reemplaza por ‘Nobody does it better’ de la gran Carly Simon.
Decidieron no hacer crecer la familia pronto pues querían pasar tiempo juntos, sin la responsabilidad de un hijo. No es que fuesen egoístas, simplemente querían afianzar la relación de pareja, consolidar el hogar que siempre habían tenido en mente y recién ahí encargar. Con las cosas bien planeadas, todo se fue dando paso a paso. Les iba bien en todos los aspectos. Es así que luego de siete años de matrimonio, el doctor les confirmó la noticia. “Felicitaciones, van a ser padres”. Las celebraciones en casa de los futuros abuelos no se hicieron esperar. Brindis por todos lados, saludando la buena nueva. Todo viento en popa. Los siguientes nueve meses fueron tranquilos, un embarazo sin sobresaltos, donde el bebé estaba permanentemente monitoreado. Muchos chequeos por semana pero todo lo valía con tal de tener al hijo sano. Es el deseo de todo padre.
- Mira –dijo el hermano mayor-, creo que iré a verlo mañana temprano. Seguramente estarás trabajando. Yo te aviso si caigo más tarde y podemos vernos. Además, tienes que contarme más sobre esa chica. Por tu tono de voz, capto que estás muy emocionado. Relájate, anda con calma. Esto recién empieza (con esto pretendía darle a entender a su hermano menor que le deseaba el mismo éxito que él había tenido con su esposa en su aparentemente inminente nueva relación de pareja. Era un deseo sincero, de hermano a hermano, de hombre a hombre).
A la mañana siguiente llegó temprano a visitar a su padre.
- Hola, viejo. ¿Cómo estás?
- ¡Hijo, qué gusto verte tan temprano! Estoy yendo a tomar desayuno con un amigo de la adolescencia. ¿Quieres venir con nosotros?
- No, viejito. Quería saludarte. Te traje esto -le contestó. Le entregó el diario y el coleccionable.
Sellaron la corta visita con un fuerte abrazo y un beso. Vio alejarse a su padre por la tranquila calle del barrio, su barrio de toda la vida.
Cerró la puerta del auto de golpe. Encendió el motor y dobló a la izquierda en la primera esquina. Tenía una mano firme sobre el volante, la otra en la radio y la mirada fija en el horizonte. Avanzaba por una de las avenidas principales mientras se preguntaba si sería la única persona que renegaba con la cantidad de paneles publicitarios colocados en la vía, en los que abundaban los colores chillones y las sonrisas perfectas, junto a slogans que, a veces, parecían que nada tenían que ver con el producto de la propaganda. Pensaba si aquella felicidad mostrada por los niños, jóvenes y/o adultos de la publicidad sería un verdadero reflejo de lo que acontecía en la vida de cada uno de ellos o simplemente era consecuencia de un oneroso pago de parte de las agencias de mercadeo y todos ellos, en realidad, atravesaban sendas crisis existenciales o emocionales. Tal vez una desilusión amorosa, un despido arbitrario, una bancarrota inminente, lo que sea. Se preguntaba si el dinero podía comprar ‘felicidad express’, que durase lo que dura una sesión de fotos. ¿Sería acaso posible?
Tenía cerca de 45 minutos al volante y aún no había decidido dónde ir. Una ligera llovizna comenzaba a caer sobre la ciudad. Durante el día, el cielo no había dado visos de que algo así iba a ocurrir, pero –como en el fútbol- en el clima no hay lógica y, muchas veces, lo que parece ser un hermoso día soleado, termina en aguacero. “Incluso con lluvia la ciudad se ve simpática”, pensaba. Razón no le faltaba. “La siguiente salida es la mía. Ojala no esté cerrada”. Lo que no había decidido en tres cuartos de hora lo hizo en pocos segundos. Tomó la salida 45E y se dirigió al centro de la ciudad. Mientras tanto, fumaba su quinto cigarrillo de la noche. Un puchito como le decía.
Tal cual estaba previsto, conseguir dónde dejar el auto parqueado iba a ser difícil. Tuvo que dar varias vueltas alrededor de la plaza a la que pensaba ir cuando finalmente encontró un sitio cerca de la sede del diario más importante del país. Le dejó unas monedas a un señor que cuidaba los autos de la cuadra y le pidió dos veces por favor que se lo cuidase bien, sino lo mato, tío. Todo lo que me ha costado este carrito. Cogió su billetera, la cajetilla de cigarrillos, el encendedor y caminó hacia el bar. Le gustaba el ‘Cimarrón’ porque ahí siempre encontraba buena onda y chicas guapas, pero esta vez se le había hecho tarde en la cena por el cumpleaños del abuelo y el ambiente del local había dejado de estar en su máximo esplendor hace varios minutos. Dudó sobre tomarse una cerveza solo en la barra o emprender la vuelta a casa sin pena ni gloria cuando de pronto sonó su celular.
- Aló. ¡Aló! ¡¡¡Aló!!!... No escucho nada, habla más fuerte… ¿Quién es?... ¡Ah! ¡Hola! No, no estoy en mi casa (si no, no estaría gritando pensaba)… Ya, chévere. ¿Dónde queda?... ¡¡¡Que me des la dirección!!!... ¡Estoy saliendo para allá. Nos vemos!
Dejó el sitio que ya ocupaba en la barra, puso la carta de tragos sobre ella y se dirigió a la salida, por detrás de dos jóvenes que se dirigían a una discoteca recientemente estrenada, por lo que les alcanzó a escuchar. En el camino hacia la calle pudo reconocer algunos rostros: chicas menores que él, como era el común denominador de sus habituales conquistas, con las que había flirteado fines de semana atrás y a las que prometió llamar y nunca cumplió. Se les veía ocupadas con otros muchachos. Probablemente recibiendo nuevas promesas que no se cumplirían tampoco. O quizás iniciarían una relación estable. Seguía caminando y veía como el personal de seguridad apoyaba en desmantelar el instrumental que había sobre el estrado. “¿Quién habrá tocado?” Caminó las casi tres cuadras que lo separaban de su auto, encendió un nuevo cigarrillo y emprendió el viaje hacia la dirección que había memorizado. Paseo El Prado 1564 departamento 905 se repetía constantemente para no olvidarse el dato.
En el camino iba descartando algunas maneras de llegar a su destino, aunque la decisión de qué ruta seguir no era muy complicada. A esta hora, el tráfico era mínimo en la ciudad. En medio del viaje se detuvo en un supermercado que atendía las veinticuatro horas del día. No estaba seguro de querer comprar algo para llevar, más bien se había detenido para comer algo al paso, aunque también en este punto se mostraba indeciso. Un vez que satisfizo su hambre se dio una vuelta por la sección de licores. No quería llegar con las manos vacías. Pensaba que no se vería bien y que quizás aparecer con un trago le adjudicaría algunos puntos con las chicas solteras que pudiesen estar en la reunión. No se decidía. “¿Ron, Vodka, Vino? Si es vino, ¿blanco o tinto? Si es tinto, ¿seco o semi-seco? ¿Habrán comido algo allá? ¿Qué tal si mejor llevo cervezas?” Todas estas preguntas pasaron por su cabeza en pocos segundos. Prefería hacer este tipo de recorridos acompañado por uno de sus mejores amigos, un especialista en licores, casi un enólogo. Pero esta vez, la decisión debía ser suya. “Ya, a la mierda, compro este y punto”.
Antes de continuar con su recorrido, colocó un CD con la discografía completa de The Rolling Stones. Estableció orden aleatorio de las pistas y puso play. Sonó primero ‘Paint it, Black’. “I see the girls walk by dressed in their summer clothes…”, cantaba y al mismo tiempo encendía un cigarillo más. Aceleró y entró en el tramo final de camino a la dirección que le habían dictado. Cruzó un puente recientemente inaugurado, bordeó un óvalo que tenía en el centro una estatua en homenaje a uno de los héroes de la independencia, giró a la derecha y ubicó el edificio. Sin duda, era el más moderno de la cuadra y, quizás, de la ciudad. Estaba ubicado en una de las zonas más exclusivas. Se notaba que a sus amigos de toda la vida, aquellos a los que había conocido bajitos y regordetes en el jardín de infancia, esos con los que compartió viajes y anécdotas durante la época escolar, a todos ellos, les estaba sonriendo la vida.
No tuvo problemas para estacionar el auto y ni se preocupó por la seguridad. Era imposible que en este barrio ocurriese algún robo o incidente. La seguridad era extrema. Con esa confianza llegó hasta la puerta, tocó el timbre. Al cabo de unos segundos, una voz –a la que él reconoció de inmediato- le contestó.
- ¿Quién?
- Soy yo
- Pasa, flaco. ¿No te pudiste demorar más? (risas).
Saludó al conserje que estaba en pleno sueño de medianoche y llamó al ascensor. Esperó que bajase desde el piso seis y cuando se abrió la puerta le llamó la atención lo espacioso que era. Entró, presionó el número nueve y aprovechó el espejo que estaba detrás de él para inspeccionarse brevemente. Cual checklist, pasó revista a su vestimenta: zapatos bien lustrados, check; correa que combine con los zapatos, check; camisa sin arrugas, check; cabello arreglado, check; mangas dobladas sutilmente, check. La puerta del elevador se abrió y comunicaba directamente con la sala del departamento. Dio dos pasos y ya estaba ahí. Algunas caras conocidas y muchas más no tanto. Rápidamente buscó al amigo con el que había hablado por teléfono y lo encontró al otro extremo de la habitación. Mientras llegaba hacia él saludaba escuetamente a las personas con las que se cruzaba. Su amigo lo vio.
- Compadre, ya estás acá. La has hecho larga.
- Me demoré comprando esto (le mostró el trago).
- Excelente. Ya con esto completamos la colección. Hay de todo. Tú coge nada más lo que gustes. Más bien quiero presentarte a una chica. Ven.
- No. Ehhh… después.
- No seas gay. Vamos.
Fueron hacia la terraza pero no llegaron. Se la cruzaron en el camino.
- Flaco, te presento a…
- Hola. ¿Cómo estás? Mucho gusto, dijo él.
- Hola, dijo ella.
Intercambiaron sonrisas. Amplias sonrisas.
El ambiente en el ‘Cimarrón’ ya era de júbilo total. El tributo a The Cure iba en la mejor parte y ya se empezaban a notar las primeras víctimas del alcohol. Unos cuantos dormían sobre las mesas mientras que otros lo hacían en los baños, haciendo más difícil el tránsito por los angostos pasadizos de la parte trasera del bar.
Al menos un par de amigos cercanos a la banda ya habían desfilado por el escenario para soltar sus gallos. No eran los peores cantantes del mundo pero las pifias de los asistentes dejaron notar que tampoco habían tenido una actuación destacada. Tampoco era para lamentarse. Con suerte –y con algunos tragos más encima- era probable que al día siguiente nadie recuerde tan bochornoso pasaje de la noche.
En los ambientes más pequeños del local, esos que no miraban directamente al escenario, varias parejas de jóvenes comenzaban a calentar –y calentarse- la noche. Actitudes amatorias más que sugerentes no hacían difícil imaginar cuál sería la estación final de aquel viaje, considerando también que la oferta de habitaciones en el centro de la ciudad era más que abundante. Para todos los gustos y para todos los presupuestos.
El reloj recién marcaba la medianoche y nuevos personajes hacían su aparición en el recinto. Estaban los que salían tarde de trabajar, aparentemente –por la vestimenta- en un banco, los que salían de clases en las universidades cercanas, los que eran clientes recurrentes y ocupaban siempre las mismas ubicaciones. Los había en grupos, de cinco, diez personas; los había solitarios, apoyados en la barra, quizás lamentándose una mala decisión, quizás re-estrenando su soltería. Se podría decir que venían de barrios acomodados, de otros no tanto; con dinero, sin él. Bien podríamos decir que el ‘Cimarrón’ era una buena fotografía de la realidad local, una mezcla de clases, pero una mezcla armoniosa, todos llevando la fiesta en paz.
- En este país ni el que se quema las pestañas estudiando tiene asegurada la chamba. Mírame. Cinco años siendo aplicado y ahora en la calle. Ni siquiera porque tuve buenas prácticas antes de terminar. Nada, nada. Qué cagado.
- Si. Yo también llevo varios meses en nada. Moviendo las influencias pero en todas partes te pagan poco, te piden mucho. No hay buenas ofertas. Igual hay que seguir intentando, no puedo quedarme viviendo de la plata de mis viejos hasta los 50 años. Lo bueno es que en esta época hay varias ofertas y por ahí algo va a llegar. Hay que ser positivos.
Los que dialogaban eran dos jóvenes en la mitad de sus veintes, quienes coincidieron en la barra del ‘Cimarrón’ gracias a los amigos en común que tenían en la banda que presentaba el tributo. Uno era amigo de la infancia del vocalista y el otro, hermano del bajista. Su frustración por llevar sobre ellos la etiqueta de “desempleado” los había llevado a gastar gran parte de la noche maldiciendo su condición, tirándole la culpa al gobierno de turno. Deseaban más que cualquier cosa lograr rápidamente la ansiada estabilidad laboral. Por ahora, vivían de las propinas que les daban sus padres. El status de “mantenidos” les hervía aun mas la sangre, aunque eso no impedía que cada fin de semana sigan el ritual de venir al centro, a ‘celebrar’.
Viendo como un jovencito cargaba en hombros a su ebrio amigo para retirarse del bar, los jóvenes siguieron administrándose algunas cervezas más mientras el tributo seguía su curso, el olor a hierba también y ya la gente estaba más loca que nunca. Muchos bailaban al costado de sus mesas, otros –los más avezados- lo hacían sobre ellas. Algunas chicas se desprendían de sus prendas y esa actitud era celebrada por casi todos los hombres del local, incluido “Capitán” que hoy andaba mas inspirado que nunca, poniéndole color a todos los vasos que salían de su cubil para satisfacer la demanda de la gente.
- Este lunes tengo una entrevista. Deséame suerte.
- La suerte es para perdedores. Éxitos para ti. Nada más córtate ese pelo de mierda que pareces indigente (risas).
- Si, si. Ya estas como mi vieja (más risas).
- ¿Dónde es? ¿Para qué chamba?
- Es una empresa de éstas que trabajan con emprendedores. Una especie de incubadora, que evalúa propuestas que envían los mismos emprendedores y luego las financia ella directamente o les ayuda a buscar un financiamiento externo.
- ¿Y esa vaina te vacila? Considerando que tú eres más pegado a las letras y este trabajo suena como para estar más tiempo evaluando números y rentabilidades.
- Si, también. Pero yo estaré enfocado en la parte del impacto social de las iniciativas. Qué beneficios o perjuicios traen para las comunidades donde se van a instalar o a donde llegarán sus productos o servicios. Tengo que estar viendo cómo sería el impacto sobre sus stakeholders.
- ¿Stake qué?
- (risas) Stakeholders. O sea, sus grupos de interés. Por ejemplo, de este bar, sus grupos de interés son, lógicamente, los clientes, pero también tiene grupos de interés en sus proveedores, los que le traen las chelas, los licores; otro grupo sería la municipalidad, a la que le tiene que pagar para poder operar; y así, tenemos varios stakeholders. Yo también, para que veas. En este preciso momento mi principal grupo de interés es esa flaquita que baila al lado del escenario y que se parece a Amy Macdonald, la que canta “This is the life”. ¿La has visto?
- ¿A la chica o a esta cantante que mencionas?
- A la cantante.
- No, no.
- Búscala en youtube. Y tú, ¿estás buscando chamba?
- Sí. También mi viejo quiere llevarme a trabajar con él pero ad honorem y así no corre. Le he pedido un tiempo más para seguir buscando porque mi idea sí es chambear con él pero todavía no. Quiero ganar experiencia en otra empresa y en unos años aportarle a mi viejo con todo lo aprendido.
- Claro, claro. Está bien. Mueve tus fichas para que te empiecen a llamar para las entrevistas.
- Sí. De hecho el jueves pasado tuve una reunión. Era para una empresa que importa perfumes y los distribuye acá en las tiendas por departamento y lugares así. Esa cuestión de las ventas siempre me ha llamado la atención. Además, pagan buenas comisiones si alcanzas la meta y ahí puedes hacer caja. Nada más estoy esperando porque me dijeron que estarían llamando para la última etapa entre martes y miércoles. Igual mañana me pongo pilas y sigo buscando ofertas en internet para tener un plan B y no quedarme en el aire si esto se cae.
- Claro. Buena voz. Oye más bien, una amiga está celebrando su santo en una disco que acaban de inaugurar. Acompáñame, pues.
- (silencio) Seguro se paga entrada y yo estoy cero balas.
- No, no. Yo estoy en lista y puedo hacerte pasar. Ahí vemos. Si hubiese que pagar tampoco iría (risas).
Secaron sus vasos. Los dejaron sobre la barra.
Quiero compartir este pasaje de Vanina Vanini, de Henri Beyle, conocido también como 'Stendhal':
"...pero algunos días después volvió con el cirujano, por compasión. Una noche, aunque Missirilli estaba mucho mejor y Vanina ya no tenia el pretexto de temer por su vida, se atrevió a venir sola. Al verla, Missirilli se puso sumamente feliz, pero decidió ocultar su amor; antes que nada, quería mantener la dignidad que convenía a un hombre. A Vanina, que había entrado en la habitación con el rostro sonrojado y temiendo oír palabras de amor, la desconcertó la amistad noble y leal, pero bastante poco afectuosa, con que la recibió. Se fue sin que él intentara retenerla.
A veces creo que la vida de uno ya fue contada por la pluma de otro u otros, solamente es cuestión de abrir el libro en la página correcta y ver cómo sigue la historia.