Me considero un hombre inteligente aunque no tengo claro cuál es la diferencia entre inteligencia y sentido común, entre ser inteligente y tener criterio. Puede parecer que soy una persona bien educada, ilustrada, honorable, pero la realidad muestra otra cosa. Voy por la vida trazando mi camino, aparentemente sin molestar al resto, beneficiándome de coyunturas políticas, sociales, religiosas, familiares, siempre en silencio. Así soy yo: una persona 'común'.
Hasta que llega el momento (crítico) en que tengo la posibilidad de emitir una opinión, o peor aún, un voto (supuestamente, a conciencia). Me pasa a menudo, en que me comporto de modo irracional y no me doy cuenta sino hasta que las pruebas están delante mío, pero ya es demasiado tarde. Así como yo, otros miles decidimos sacar a relucir nuestro mejor arte: dar la contra.
Vengo de una cultura de renegados, de personajes sin convicción, sin bases, sin fundamentos y, lo que es peor, sin valentía para defender a diario mis ideales, sólo cuando se trata de emitir voto, cada cuatro o cinco años. Lo disfruto, no lo voy a negar y ya no sé si disfruto el proceso de tener una posición contraria con el resto o de tener una posición contradictoria conmigo mismo.
En los últimos meses mi capacidad de imitar al salmón se ha perfeccionado, a tal punto que muevo masas. La gente me sigue y todos vamos por el mundo pregonando 'cambiar el rumbo' sin saber siquiera qué es lo que queremos, hacia dónde queremos ir o pronunciando repetidas veces palabras como 'dignidad', 'valores', 'respeto al prójimo' cuando no son prácticas rutinarias en mi vida. Solamente las uso cuando veo que es necesario 'dar la contra'. Como dice un buen amigo: sólo por molestar.
Recuerdo una vez que tuve que elegir entre dos señoras a la alcaldesa de mi ciudad. Ninguna me gustaba como para tenerla como candidata; sin embargo, elegí a la que representaba el 'cambio' (confieso que hasta ahora no sé de qué cambio estábamos hablando). Hoy en día, todo sigue igual, sino peor. Pero bueno, me salí con mi gusto: incomodar al resto. Además, si la ciudad no mejora, todos nos veremos perjudicados, no sólo los pobres. Así soy yo: conformista y discapacitado mental.
La última en mi haber es haber dado la contra en cuanto al manejo macro de mi país. Como no me gustaba una candidata voté por el opositor. No sé ni como se llamaba este señor, yo lo único que quería era que no salga la otra señora. No sé cómo nos afectarán las decisiones del elegido, pero en el peor de los casos, nuevamente, todos seguiremos en el sub-desarrollo. Es decir, mi mediocridad la quiero esparcir por el resto de mis conciudadanos. Así soy yo: un tipo sin ánimos de superación.
Una vez me dijeron que ningún modelo económico da plata en veinte años, pero no me importó, así como tampoco le presté atención a aquellas palabras que tenían bases para afirmar que el camino trazado debía continuarse y no patear el tablero. La verdad que esas palabras no me tocaron. Yo solamente quería que no salga la señora, a su opositor ni lo conocía.
Para terminar, ya no publicaré más notas relacionadas a la dignidad de un pueblo ni a las víctimas de abusos en años pasados. Esos temas sólo me interesan cuando hay que elegir. Ahora volveré a mi perfil bajo. Cuando haya que dar la contra nuevamente, ahí yo mismo soy.
Firma: Un ciudadano, (un) cualquiera.
Hasta que llega el momento (crítico) en que tengo la posibilidad de emitir una opinión, o peor aún, un voto (supuestamente, a conciencia). Me pasa a menudo, en que me comporto de modo irracional y no me doy cuenta sino hasta que las pruebas están delante mío, pero ya es demasiado tarde. Así como yo, otros miles decidimos sacar a relucir nuestro mejor arte: dar la contra.
Vengo de una cultura de renegados, de personajes sin convicción, sin bases, sin fundamentos y, lo que es peor, sin valentía para defender a diario mis ideales, sólo cuando se trata de emitir voto, cada cuatro o cinco años. Lo disfruto, no lo voy a negar y ya no sé si disfruto el proceso de tener una posición contraria con el resto o de tener una posición contradictoria conmigo mismo.
En los últimos meses mi capacidad de imitar al salmón se ha perfeccionado, a tal punto que muevo masas. La gente me sigue y todos vamos por el mundo pregonando 'cambiar el rumbo' sin saber siquiera qué es lo que queremos, hacia dónde queremos ir o pronunciando repetidas veces palabras como 'dignidad', 'valores', 'respeto al prójimo' cuando no son prácticas rutinarias en mi vida. Solamente las uso cuando veo que es necesario 'dar la contra'. Como dice un buen amigo: sólo por molestar.
Recuerdo una vez que tuve que elegir entre dos señoras a la alcaldesa de mi ciudad. Ninguna me gustaba como para tenerla como candidata; sin embargo, elegí a la que representaba el 'cambio' (confieso que hasta ahora no sé de qué cambio estábamos hablando). Hoy en día, todo sigue igual, sino peor. Pero bueno, me salí con mi gusto: incomodar al resto. Además, si la ciudad no mejora, todos nos veremos perjudicados, no sólo los pobres. Así soy yo: conformista y discapacitado mental.
La última en mi haber es haber dado la contra en cuanto al manejo macro de mi país. Como no me gustaba una candidata voté por el opositor. No sé ni como se llamaba este señor, yo lo único que quería era que no salga la otra señora. No sé cómo nos afectarán las decisiones del elegido, pero en el peor de los casos, nuevamente, todos seguiremos en el sub-desarrollo. Es decir, mi mediocridad la quiero esparcir por el resto de mis conciudadanos. Así soy yo: un tipo sin ánimos de superación.
Una vez me dijeron que ningún modelo económico da plata en veinte años, pero no me importó, así como tampoco le presté atención a aquellas palabras que tenían bases para afirmar que el camino trazado debía continuarse y no patear el tablero. La verdad que esas palabras no me tocaron. Yo solamente quería que no salga la señora, a su opositor ni lo conocía.
Para terminar, ya no publicaré más notas relacionadas a la dignidad de un pueblo ni a las víctimas de abusos en años pasados. Esos temas sólo me interesan cuando hay que elegir. Ahora volveré a mi perfil bajo. Cuando haya que dar la contra nuevamente, ahí yo mismo soy.
Firma: Un ciudadano, (un) cualquiera.
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