Saturday, March 26, 2011

Track 3


El ambiente en el ‘Cimarrón’ ya era de júbilo total. El tributo a The Cure iba en la mejor parte y ya se empezaban a notar las primeras víctimas del alcohol. Unos cuantos dormían sobre las mesas mientras que otros lo hacían en los baños, haciendo más difícil el tránsito por los angostos pasadizos de la parte trasera del bar.

Al menos un par de amigos cercanos a la banda ya habían desfilado por el escenario para soltar sus gallos. No eran los peores cantantes del mundo pero las pifias de los asistentes dejaron notar que tampoco habían tenido una actuación destacada. Tampoco era para lamentarse. Con suerte –y con algunos tragos más encima- era probable que al día siguiente nadie recuerde tan bochornoso pasaje de la noche.

E
n los ambientes más pequeños del local, esos que no miraban directamente al escenario, varias parejas de jóvenes comenzaban a calentar –y calentarse- la noche. Actitudes amatorias más que sugerentes no hacían difícil imaginar cuál sería la estación final de aquel viaje, considerando también que la oferta de habitaciones en el centro de la ciudad era más que abundante. Para todos los gustos y para todos los presupuestos.

E
l reloj recién marcaba la medianoche y nuevos personajes hacían su aparición en el recinto. Estaban los que salían tarde de trabajar, aparentemente –por la vestimenta- en un banco, los que salían de clases en las universidades cercanas, los que eran clientes recurrentes y ocupaban siempre las mismas ubicaciones. Los había en grupos, de cinco, diez personas; los había solitarios, apoyados en la barra, quizás lamentándose una mala decisión, quizás re-estrenando su soltería. Se podría decir que venían de barrios acomodados, de otros no tanto; con dinero, sin él. Bien podríamos decir que el ‘Cimarrón’ era una buena fotografía de la realidad local, una mezcla de clases, pero una mezcla armoniosa, todos llevando la fiesta en paz.

- En este país ni el que se quema las pestañas estudiando tiene asegurada la chamba. Mírame. Cinco años siendo aplicado y ahora en la calle. Ni siquiera porque tuve buenas prácticas antes de terminar. Nada, nada. Qué cagado.

- Si. Yo también llevo varios meses en nada. Moviendo las influencias pero en todas partes te pagan poco, te piden mucho. No hay buenas ofertas. Igual hay que seguir intentando, no puedo quedarme viviendo de la plata de mis viejos hasta los 50 años. Lo bueno es que en esta época hay varias ofertas y por ahí algo va a llegar. Hay que ser positivos.

Los que dialogaban eran dos jóvenes en la mitad de sus veintes, quienes coincidieron en la barra del ‘Cimarrón’ gracias a los amigos en común que tenían en la banda que presentaba el tributo. Uno era amigo de la infancia del vocalista y el otro, hermano del bajista. Su frustración por llevar sobre ellos la etiqueta de “desempleado” los había llevado a gastar gran parte de la noche maldiciendo su condición, tirándole la culpa al gobierno de turno. Deseaban más que cualquier cosa lograr rápidamente la ansiada estabilidad laboral. Por ahora, vivían de las propinas que les daban sus padres. El status de “mantenidos” les hervía aun mas la sangre, aunque eso no impedía que cada fin de semana sigan el ritual de venir al centro, a ‘celebrar’.

Viendo como un jovencito cargaba en hombros a su ebrio amigo para retirarse del bar, los jóvenes siguieron administrándose algunas cervezas más mientras el tributo seguía su curso, el olor a hierba también y ya la gente estaba más loca que nunca. Muchos bailaban al costado de sus mesas, otros –los más avezados- lo hacían sobre ellas. Algunas chicas se desprendían de sus prendas y esa actitud era celebrada por casi todos los hombres del local, incluido “Capitán” que hoy andaba mas inspirado que nunca, poniéndole color a todos los vasos que salían de su cubil para satisfacer la demanda de la gente.

- Este lunes tengo una entrevista. Deséame suerte.

- La suerte es para perdedores. Éxitos para ti. Nada más córtate ese pelo de mierda que pareces indigente (risas).

- Si, si. Ya estas como mi vieja (más risas).

- ¿Dónde es? ¿Para qué chamba?

- Es una empresa de éstas que trabajan con emprendedores. Una especie de incubadora, que evalúa propuestas que envían los mismos emprendedores y luego las financia ella directamente o les ayuda a buscar un financiamiento externo.

- ¿Y esa vaina te vacila? Considerando que tú eres más pegado a las letras y este trabajo suena como para estar más tiempo evaluando números y rentabilidades.

- Si, también. Pero yo estaré enfocado en la parte del impacto social de las iniciativas. Qué beneficios o perjuicios traen para las comunidades donde se van a instalar o a donde llegarán sus productos o servicios. Tengo que estar viendo cómo sería el impacto sobre sus stakeholders.

- ¿Stake qué?

- (risas) Stakeholders. O sea, sus grupos de interés. Por ejemplo, de este bar, sus grupos de interés son, lógicamente, los clientes, pero también tiene grupos de interés en sus proveedores, los que le traen las chelas, los licores; otro grupo sería la municipalidad, a la que le tiene que pagar para poder operar; y así, tenemos varios stakeholders. Yo también, para que veas. En este preciso momento mi principal grupo de interés es esa flaquita que baila al lado del escenario y que se parece a Amy Macdonald, la que canta “This is the life”. ¿La has visto?

- ¿A la chica o a esta cantante que mencionas?

- A la cantante.

- No, no.

- Búscala en youtube. Y tú, ¿estás buscando chamba?

- Sí. También mi viejo quiere llevarme a trabajar con él pero ad honorem y así no corre. Le he pedido un tiempo más para seguir buscando porque mi idea sí es chambear con él pero todavía no. Quiero ganar experiencia en otra empresa y en unos años aportarle a mi viejo con todo lo aprendido.

- Claro, claro. Está bien. Mueve tus fichas para que te empiecen a llamar para las entrevistas.

- Sí. De hecho el jueves pasado tuve una reunión. Era para una empresa que importa perfumes y los distribuye acá en las tiendas por departamento y lugares así. Esa cuestión de las ventas siempre me ha llamado la atención. Además, pagan buenas comisiones si alcanzas la meta y ahí puedes hacer caja. Nada más estoy esperando porque me dijeron que estarían llamando para la última etapa entre martes y miércoles. Igual mañana me pongo pilas y sigo buscando ofertas en internet para tener un plan B y no quedarme en el aire si esto se cae.

- Claro. Buena voz. Oye más bien, una amiga está celebrando su santo en una disco que acaban de inaugurar. Acompáñame, pues.

- (silencio) Seguro se paga entrada y yo estoy cero balas.

- No, no. Yo estoy en lista y puedo hacerte pasar. Ahí vemos. Si hubiese que pagar tampoco iría (risas).

Secaron sus vasos. Los dejaron sobre la barra.



Wednesday, March 16, 2011

La vida de uno escrita por otros

(hago una pausa mientras está en el horno el Track 3)

Quiero compartir este pasaje de Vanina Vanini, de Henri Beyle, conocido también como 'Stendhal':


"...pero algunos días después volvió con el cirujano, por compasión. Una noche, aunque Missirilli estaba mucho mejor y Vanina ya no tenia el pretexto de temer por su vida, se atrevió a venir sola. Al verla, Missirilli se puso sumamente feliz, pero decidió ocultar su amor; antes que nada, quería mantener la dignidad que convenía a un hombre. A Vanina, que había entrado en la habitación con el rostro sonrojado y temiendo oír palabras de amor, la desconcertó la amistad noble y leal, pero bastante poco afectuosa, con que la recibió. Se fue sin que él intentara retenerla.




Algunos días después, cuando volvió, encontró la misma conducta, las mismas promesas de amistad respetuosa y de agradecimiento eterno."




A veces creo que la vida de uno ya fue contada por la pluma de otro u otros, solamente es cuestión de abrir el libro en la página correcta y ver cómo sigue la historia.

Friday, March 4, 2011

Track 2 (el 'Peluca' sabe)

‘Rata’, ‘Flaco’, ‘Peluca’ eran tan solamente algunos de los apelativos con los que se conocía al popular ‘Capitán’, famoso barman de uno de los más populares locales del centro de la ciudad, el ‘Cimarrón’. ‘Capitán’, cuyos nombres, apellidos y edad eran un misterio para toda su fanaticada, llevaba varios años en el oficio de preparar tragos conocidos y otros tantos inventados por él mismo, dar consejos a quienes se acercaban a sus dominios (la barra) y afanar –con frecuente éxito- a las señoritas que caían por ahí a divertirse el fin de semana. Durante los últimos seis años, éste era su empleo conocido; sin embargo, y como él mismo comentaba, pasó varios momentos de su vida deambulando entre costa, sierra y selva.

Fanático del reggae, la salsa dura y la música criolla, cuando tuvo edad para manejarse solo, que en sus palabras era sinónimo de terminar la escuela, aunque él no lo decía porque era una etapa de su vida que prefería no comentar, se ganó la vida en cuanto trabajo le llegase. Así tenemos: asistente de cocina en restaurante cinco tenedores, ayudante de diseñador gráfico, administrador en una pizzería (su tío era el dueño. No deducir que tenía sangre italiana), promotor en un almacén de tiendas por departamentos y una mediana lista de trabajos eventuales que sólo contribuyeron a que ‘Capitán’ ahorre unos cuantos dólares y se dedique a lo que tanto le apasionaba y llamaba la atención: viajar.

Cuando dejó su empleo como cuidador de perros en la zona más exclusiva de la ciudad, agarró todo lo que tenía en la habitación que alquilaba en una pensión en la zona este: 3 polos viejos, jeans y un par de zapatillas ‘Adidas’, algunos accesorios para el baño, reproductor mp3, un par de libros, dinero y cerró la puerta por fuera. No se le vio más por ahí. Tampoco pretendía regresar. Cogió también un papel donde tenía anotado, con perfecta caligrafía, una lista de lugares que le interesaban, ya sea por comentarios de amigos o porque los leyó en alguna parte: Tortugas, Huanchaco, Mancora, Montañitas, Cartagena, Ciudad de Panamá y algunos más. “Vamos hasta donde aguante el cuerpo y el billete” fue la frase que pronunció luego de leer sus potenciales destinos. “He chambeado duro para esto, ¿no? Así que ya pues… vamos a gastar la plata. Total, yo la he sudado”. Esa era su arenga y muy motivado fue al terminal de buses, compró boleto de ida a su primer destino y comenzó el viaje, que –a decir de él mismo- no le inspiraba mayor expectativa que disfrutar de la gente (acá estaba incluido el sexo), la comida y la bebida. No deseaba involucrarse con nadie, no deseaba verse envuelto en una telaraña de Cupido, le había declarado la guerra abiertamente. Quienes más lo conocían afirmaban que se debía a una gran decepción que tuvo algunos años atrás. Una chica que conoció en uno de sus oficios fue la protagonista de la historia. Enamorado hasta el tuétano, no dudó en sacar a relucir, después de varios años y muchos Días de la Madre, aquel talento escondido que tenía para la poesía. Disfrazado de vate, elaboró sonoros versos y empalagosos sonetos, pero si alguno habría que destacar, sería el que sigue:

Será tu sonrisa
El día que esa sonrisa se apague
Se apagarán varias galaxias
Se extinguirán otros recuerdos
Perecerán viejos amores
El día que esa sonrisa no esté
Me desharé de otros acordes
Maldeciré varias canciones
Y de unas cuantas emociones
Algo perderá su sentido también para mí
El día, pequeña, que ya no quieras reír
No lo hagas por favor
No mates esa luz
Muestra ese brillo al mundo
Que yo cargo con mi cruz

No era el primer viaje que hacía solo. Ya algún tiempo atrás había estado por varios lugares históricos en la sierra, como Machu Picchu, el Lago Titicaca o Santa Cruz en Bolivia. Ese viaje lo había bautizado como de purificación y relanzamiento pues se dio a los pocos días de haber recibido de vuelta el poema mencionado con una nota que decía: “te quiero pero lo siento, voy a volver con el padre de mi hijo”. Golpe bajo y a la lona. Cuenta regresiva hasta diez y no da para más. Knock out. En ese entonces tomó una rápida decisión, dejó su trabajo y se fue a las montañas, donde se le quedó grabada la hermosa vista que tenía desde la ventana del bus durante las largas horas del viaje a Cuzco, mientras escuchaba ‘Sorri, sou rei’ de Natiruts. En esta oportunidad, a pesar que siempre fue de aquellos cuyo rostro no mostraba expresión alguna, su semblante dejaba ver un halo de entusiasmo y otro de preocupación. ‘Capitán’ siempre había sido de aquellos cuyo carácter parco, serio, circunspecto, no denotaba ningún tipo de emoción; sin embargo, él mismo decía entre sus amigos más cercanos que le temía a muchas situaciones y que “mil veces prefiero que alguien me diga qué o dónde tengo que ir, que yo mismo armar un plan cuando tengo que viajar”. Por eso esta vez, él mismo sentía orgullo de sí al verse emprender esta travesía con rumbo norte.

Tortugas y su mar cristalino fueron la primera parada. Intentó comunicarse con algunos ex compañeros de colegio que por allí vivían y trabajaban. No tuvo éxito. En Huanchaco la historia fue mejorando, quizás porque es un balneario más grande, más cercano a una urbe o porque la proporción turistas-no turistas es mayor. Si bien, ‘Capitán’ no era lo que se conoce como un galán de telenovela, podría decirse que tenía, como se dijo al inicio, un considerable éxito con el sexo opuesto. Quizás por su verbo florido o por su mirada penetrante, lo cierto es que sabía por dónde comenzar a entablar una conversación, lo que le garantizaba algunas noches de lujuria, sin ataduras ni responsabilidades. A veces, sin pagar. En Mancora el desapego por el pudor y las buenas costumbres fue notable. Noches de desenfreno al pie de la carretera lo llevaron a convertirse, por esos días, en un políglota consumado. Aprendió inglés, francés, alemán y hasta japonés en tiempo record con tal de anotarse algunos puntos con las foráneas. En la mayoría de casos, como era de suponerse, lo conseguía. Igual historia ocurrió en Montañitas, Ecuador. Alcanzó a conocer Quito y luego se volvió a su punto de origen, con menos dinero pero con muchas anécdotas y satisfacción encima.

Su siguiente meta: Europa. Para ello tenía que conseguir un trabajo, así que se apuntó de plomo de una consagrada banda local de rock pop. A pesar que no era su onda, la chamba le permitía seguir en contacto con guapas chicas, las llamadas grupees, que al verse rechazadas por los músicos principales, y para estar siempre al lado de la banda, terminaban enredándose con el staff de apoyo. Siempre sin ataduras, el maduro ‘Capitán’ daba rienda suelta a sus antojos los fines de semana o los días que la banda tenía alguna presentación.

Fue durante uno de esos conciertos que conoció al dueño de ‘Cimarrón’, con quien entabló gran amistad dada su coincidencia en el gusto por los estupefacientes. Pero no fue sino hasta algunos meses después cuando le propuso hacerla de barman en su local, toda vez que ‘Capitán’ había adquirido algo de experiencia durante su periplo por los balnearios antes mencionados. Experiencia adquirida casi a la fuerza, ya que de no haberlo hecho, hubiese tenido que volver caminando. El exceso de juerga y la vida disipada a la que se acostumbró le había hecho una mala jugada con el cálculo de dinero que tomó consigo. Como él decía, eran gajes del oficio de mochilero. Así fue que un sábado diecinueve de junio de 2004 hizo su debut detrás de la barra del conocido local y desde el principio dejó huella con la elaboración de fosforescentes tragos cuyo nombre se conservaban semana a semana, mas no la preparación.

- Oye, chochera. Llévate a tu amigo, mejor. Me está maleando la plaza.
- Si. Es que acaba de terminar con su flaca y está depre.
- Llévatelo igual. Esta ebrio hasta el culo y necesito que la barra esté libre para más gente… y dile que no llore por una flaca. Hay cosas más importantes en la vida que preocuparse por una flaca. Chibolo guevon, pues.


Tuesday, March 1, 2011

Track 1

…y mientras yo la extraño, mi vida desvanece más… y así, una serie de palabras que la hagan sentir parte mía, porque eso es lo que es, hermano, es parte de mí, la extraño, la quiero mal, estoy muy dolido. Alucina que no logro concentrarme. Llevo tres semanas sin hablarme con mis viejos porque no logro darme tiempo para estudiar. Estoy todo el día prendido de la computadora viendo las redes sociales a ver si ella ha publicado alguna notificación de cambio de estado civil o cualquier cosa. Creo que, incluso si habla mal de mí por lo que hice o no hice, incluso así, me sentiría bien de tener noticias de ella. Que jodido todo esto. Si al menos la hubiese hecho en el examen de admisión, para mis viejos todo estaría bien y no me estarían echando en cara que no aprovecho el tiempo. Terrible”.

Cansado. Sí, cansado se sentía el joven de hacerle llegar a su reciente ex novia varios apuntes comentándole que ambos son el uno para el otro, que no se deben separar justo ahora que el camino que iniciaron juntos comienza a tener una luz al final del túnel y que si ella le da una nueva oportunidad él le bajaría la luna sin pensarlo. Así de cursi. No había lugar para la despedida en este momento y por ello no la contemplaba. Prefería que le pase una locomotora encima en lugar de sentir ese dolor punzante en el corazón. Así de dramático. Tal y como él mencionaba, se la pasaba todo el día recostado en la alfombra de terciopelo gris que con tanto esfuerzo habían comprado sus padres y que habían ubicado en el comedor principal del departamento que compartían con otros familiares allá en Palermo, cerca del mercado, ahí donde vendían las mejores yuquitas fritas de la ciudad (póngale un poco de ají y es manjar de dioses). Tenía siempre la computadora personal en esa zona de la casa porque era el único lugar donde podía captar la señal inalámbrica que con mucho esfuerzo su vecino pagaba. Su padre siempre le repetía que “el día que usted trabaje, jovencito, entonces ese día paga su internet. Acá no necesitamos tanto disparate. Seguro para ver calatas. Ni siquiera te sirve para ingresar a la universidad. Póngase a estudiar”. En esa rutina había descubierto que el sueño no le afectaba en lo mas mínimo. Llevaba días sin dormir replanteando su estrategia para reconquistar a quien él consideraba como la madre de sus hijos. Así de exagerado. No se le permitía fumar; sin embargo, se las ingeniaba, aunque cada vez con más cuidado porque la última vez hubo un amago de incendio cuando la colilla se le cayó sobre la alfombra y el pobre termino asustado a pesar que nadie más se entero del incidente, ni siquiera al día siguiente. Había logrado maquillar bien las evidencias.

Mientras trataba de recordar con cuantas personas había conversado sobre el tema en los últimos días (en realidad trataba de ver cuántas conversaciones fueron reales y cuantas fueron con él mismo, con sus propias ideas, con su yo interior), buscaba dejarle en claro a su compañero lo que sentía, quien a su vez intentaba seguirle el paso ante tantos datos de una sola historia. Uno luchaba por ser claro, explícito con sus sentimientos, mientras el otro se enfrentaba a la trascendental disyuntiva de decidir si callar a su buen amigo, quien –a su parecer- estaba exagerando las cosas, o seguirle la corriente atenuando su dolor con algún consejo inteligente y eficaz. Optó al final por una posición intermedia, en la que no le arruine la autoestima a su amigo pero tampoco se arruine la noche, la cual él había visualizado como propicia para tomarse toda la cerveza que había en los bares del centro de la ciudad o, cuando menos, para bailar bien pegado a alguna chica que viva sola y lo invite a su departamento para tener una maratónica jornada amatoria en todos los rincones de la casa. Sabiendo lo imposible de este deseo, apenas soñaba con bailar pegado con alguna chica que le de motivo para llegar pronto a casa y comenzar con sus acostumbradas y rutinarias prácticas onanistas.

Se conocían desde hace algunos meses, cuando ambos coincidieron en las aulas de la academia pre universitaria, la que –a decir de muchos- formaba parte de ese sancochado de máquinas de hacer dinero que funcionaban bajo el seudónimo de ‘Academia Pre Universitaria. Garantizamos el éxito profesional’. Puras mentiras. Para comenzar, los profesores no destacaban por su capacidad de llegar al alumno. Más bien, parecía que llegaban a dictar clases por obligación o simplemente para marcar la tarjeta de asistencia y cobrar sus honorarios con puntualidad. Desvirtuaban el concepto de Amauta y su afán era de cualquier tipo menos altruista. Si hubiésemos hecho una encuesta entre los alumnos para ver siquiera cuáles eran los nombre de esos caballeros que se pasaban largas horas parados delante del aula, no hubiésemos obtenido un resultado alentador. Por otro lado, el edificio donde funcionaba la academia no contribuía con generar un ambiente de estudios propicio para que los alumnos se motiven a ingresar a la universidad. Tan solamente eran tres aulas con capacidad para diez personas pero que albergaban a cerca de 35 a 40 cada una de ellas. Un hacinamiento comparado al de una cárcel. Hablando de este tipo de recintos, el “Sexto”, donde Arguedas pasó algunos días de su vida, comprendía la mejor vista que se tenía desde las ventanas de esa añeja casona, con su escalera de madera casi totalmente apolillada y que no contaba con certificado de Defensa Civil. En fin, todo jugaba en contra para quien decida apostar por su futuro aquí. Estaba claro que aquel que logre ingresar iba a ser única y exclusivamente por mérito personal.

- Vamos, doctor. Es solo una chica. Hay siete por cada hombre.
- Será en la China.
- No te pongas en plan, tampoco. Están en todo el mundo. Además, me refiero que no es la única flaca en la vida pues, hermano. ¿Hace cuánto la conoces?
- Llevaba con ella tres semanas. ¿Sabes lo que es eso? ¿Sabes lo que es eso? Cumplía con ella dos meses y era la enamorada que más me hubiese durado. No te das cuenta, ¿no?
- Mira, compadre, trato de que no estés sin ánimos para estudiar o seguir con tu vida, pero tú no te dejas y es viernes por la noche, estamos en medio del Ángel y no pienso malograrme el fin de semana. ¿Qué te parece si salimos de acá y vemos como está el ambiente en los otros huequitos? Por ahí que algo nos liga y terminas olvidando a tu ex más rápido de lo que pensabas (risas).
- Bueno… la verdad no tengo ganas pero tampoco quiero malograrte la fiesta. Vamos.
- Ya, ya… camina.

Se pararon de la pequeña mesa para dos que ocupaban en El Ángel, un conocido bar del centro de la ciudad. Según cuenta la tradición urbana, en sus inicios, era un lujoso restaurante de tres pisos, adornado con grandes pinturas de nóveles artistas locales y cuyos mozos vestían elegantemente a fin de darle un aire de majestuosidad al local. Las sillas eran grandes al igual que las mesas, los manteles siempre pulcros y con el escudo de la familia fundadora bordado con hilo dorado. El piso era de madera y en la entrada siempre había una pequeña campana que anunciaba cuando un nuevo comensal hacía su ingreso. La alta sociedad de la época lo frecuentaba porque este acto inflaba aún más su ego colosal, haciéndolos sentir poderosos y dueños del mundo. El chef era extranjero, como la mayoría de los que trabajaban en los más renombrados restaurantes de la ciudad, y tenía un ejército de asistentes a fin de cumplir con todos los pedidos de la jornada. En sus mejores épocas, El Ángel podía atender recepciones como Matrimonios o Bodas de Oro y al público en general al mismo tiempo, gracias al amplio espacio distribuido en sus tres niveles. También se dice que la relación precio-calidad no satisfizo a los comensales quienes –rápidamente- fueron alejándose del lugar terminando por convertirlo en un café, primero, una galería de ropa importada, después, y finalmente en lo que era ahora: un bar donde sonaba fuerte el metal y el hardcore y donde algunos muchachos, en su mayoría cachimbos, llegaban para acabarse los varios litros de cerveza que se expedían, presenciar algún concierto de una que otra banda consagrada o, como era frecuente, escuchar a grupos en busca de gloria, fama y mujeres. La consigna de casi todos los parroquianos era beber hasta perder el control y hasta el conocimiento podría decirse.

Una vez que se encontraron en la puerta de ingreso, miraron a la derecha y la izquierda como elaborando una rápida lista mental de todos los locales ubicados a pocas cuadras a la redonda y recordando en cuál de ellos ya habían estado antes y la habían pasado bien anteriormente; es decir, al día siguiente no recordaron nada de lo que hicieron la noche anterior. Cada uno iba descartando los que no les parecían y lograron ponerse de acuerdo en cruzar la plaza que estaba frente a ellos y llegar a un bar de onda ochentera que tenía una surtida barra donde se vendía, además de cerveza, una suerte de tragos sicodélicos cuya preparación no era siempre la misma y variaba de acuerdo al humor del barman, cuyo apelativo –‘Capitán’- lo había hecho muy popular entre los parroquianos e incluso fuera de los círculos habituales de personajes que frecuentaban los locales de la zona. La decisión de llegar ahí la tomaron en parte porque estaban con algunos centavos de más, lo que les permitía tentar la posibilidad de variar la ingesta de cerveza por alguno de esos tragos ‘radioactivos’.


Miraron a todos lados. Ser menores que el promedio de los presentes no les permitió ubicar a algún conocido, ni siquiera y por casualidad a alguno de sus hermanos mayores, fanáticos de la movida musical de los años 80’s. Se ubicaron en la barra. Había un tributo a The Cure y el local estaba reventando. Con suerte encontraron donde sentarse. The Cure no era una banda que ellos escuchasen con frecuencia. Preferían otras más contemporáneas como Metallica, por ejemplo, a quienes reclamaban por estos lares y en cuyo nombre siempre –usualmente en tragos- juraban que si confirmaban un concierto de ellos aquí, harían de todo por estar en primera fila. Hacer de todo significaba rogarle a sus papás para que les compren las entradas. Después de todo, tener algunas semanas como mayores de edad, les permitía –según ellos- tener algunos ‘privilegios’ como depender económicamente de sus padres, incluso cuando sabían que otros amigos ya trabajaban en cualquier encargo temporal que por ahí consiguiesen. Los conocían vendedores de libros, meseros en restaurantes, cajeros de farmacias, traductores de libros (estos eran minoría, la mayoría de sus amigos intentaba hablar bien el castellano), entre otros.

- ¿Un par de chelas para arrancar?
- Claro, lo justo. De ahí quiero probar una de esas vainas que veo que la gente toma.
- Asu, esas cosas te deben tumbar al toque.
- No creo. Mira como todo el mundo las toma y no veo a nadie que esté en el piso.
- Porque recién son las once y media.
- Chivo. Yo de ahí voy a probar una siquiera.
- Huele a hierba esta mierda, ¿no?
- Todos los locales huelen igual. A ver chequea, fácil gorreamos un poquito (risas).

Comenzó el concierto con ‘Boys don’t cry’ que sonaba más rápido de lo normal. Parecía que el baterista estaba bastante acelerado y eso se podía ver en las miradas fulminantes que le lanzaba el bajista, líder de la banda, dándole a entender que le baje el tempo. No tuvo éxito. La canción siguió sonando y parecía encandilar a los presentes. Un par de chicas se acercaron al escenario y se pusieron a bailar alocadamente al ritmo de la música. Parecía que habían tomado alguna bebida energizante mezclada con uno de esos tragos de colores.

- Te dedico esa canción para que dejes de llorar como nena.
- Payaso. Oye, más bien, ¿qué fue de tu banda?
- Nada, pues. La gente no se pone las pilas para ensayar y hay que estar persiguiéndolos. Ahora con la universidad tengo los horarios más complicados y ni a balas voy a estar llamándolos a esos pendejos para tocar. Estoy pensando más bien conocer gente en las clases y ver si sale algo nuevo para rockear pues. Me hace falta esa adrenalina.
- Ahhhh… si, pues.