Durante los 90's se dio la fiebre del 'super' (Super Nintendo para los entendidos) o el 'vicio' (para los que lo dejaban todo por una hora de juego) con furor tal que no hubo un solo niño -y joven también- que se resistiese a la tentación de alquilar 'una horita, seño' de cualquier juego, aunque claro, habían los favoritos como Contra, Street Fighter (¡abuket!), Human Soccer, Top Gear y otros más.
Siempre se podía identificar en cada cuadra una casa, o bodega incluso, que fungía de casino para chicos, medio clandestino, algo así como un night club en pleno barrio chino de Malasia, oscuro, con el ambiente cargado por el humor desprendido por aquellos que llevaban horas de juego continuo, sin descansar, sin pestañear. Recuerdo claramente que la gente se juntaba para las amaneceidas del fin de semana, se alquilaban 7 u 8 horas de porrazo. De viernes a sábado.
El ausentismo en los colegios fiscales, y los particulares también, se incrementó considerablemente. Las batidas dejaron de hacerse en los barrios marginales para pasar a las zonas céntricas y levantar a cuanto chibolo uniformado -o no- haya en los 'vicios'. Allá por el '94 fui víctima de una de estas levas que me hicieron terminar en una comisaría con la cara bañada en lágrimas (nótese que sólo tenía 10 años). En esa oportunidad no llegué ni siquiera a alquilar, ni siquiera a preguntar si había sitio. Sólo tuve la mala fortuna de estar en la puerta decidiendo si entraba o no. En fin. Abuso de autoridad.
Era en medio de esos lugares completamente hacinados -también había de los otros que eran más amplios y cómodos y más caros también- en los que coincidían chicos y no tan chicos.
Recuerdo que más de uno llegaba con su primo mayor para retarlo en una carrera de Top Gear, un mundo en Mario Bros. (super Mario Bros. sobretodo) o un partidito en Super Soccer (recuerdo uno que era el Human, antecesor del Winning Eleven y el Pro Evolution Soccer versiones 2008). Incluso, haciendo un ejercicio de memoria profundo, intenso, llego a visualizar una oportunidad en la que llegué a alquilar no una o dos horas de juego sino que, para 'fortuna' mía, llegué a llevarme el mismo aparato de Super Nintendo a mi casa, previo pago y dejando alguna garantía.
En el '98 pude comprarme mi propio SNES pero en ese momento perdió emoción toda esta parafernalia y lo seguí usando pero ya no con tanta frecuencia y no porque me haya vuelto un 'tigre' en el Super Star Soccer International sino porque ya no era lo mismo que ir a un 'vicio' y retar a un visitante de turno del lugar. Ahí se veía quién era quién.
Hoy en día estoy hecho una 'madre' en Play Station y mis partidos en el WE11 no bajan de 3 - 0 en mi contra. Una lástima. Ya nadie vitorea mi nombre. Ya no grito mis goles. Admiro los de otros. Juego con el AC Milan pero siempre pierdo con el Chelsea, ya no de un primo mayor sino de Aarón, mi primo 7 años menor. Una lágrima.
Llevo años tratando de recuperar mi vigencia, la gloria que se ha diluido en el ambiente (puede ser en ese ambiente rancio de los locales de juego) y que no volverá, el sitial que me corresponde como abanderado de la generación del 'vicio', de la hora a 'luca', de la media hora a 'china'. Mi hermano menor también me ha perdido respeto. Me golea, me humilla, se burla. Me siento sin autoridad para reclamarle algo, sólo atino a celebrar eufórico -como el 'Pipo' Inzaghi, el 'Checho' Ibarra de los Apeninos- los pocos goles que aún encajo en portería contraria.
¿Por qué escribo todo esto? Porque esta semana apareció en la web de El Comercio un blog bastante simpático y del cual rescato el siguiente video, grabado por algún monstruo, un virtuoso del 'super', de esos que deben quedar pocos. Un tigre.
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