Tuesday, October 28, 2008

Ironía

- Y ahora… ¿qué dirá tu novio?

Eran casi la una de la mañana y los dos cuerpos reposaban cansados, extasiados –quién sabe si aún excitados- por el encuentro intenso de las últimas casi cuatro horas. Era difícil imaginar mayor placer que aquel que aún replicaba en el ambiente, en cada mueble de la habitación, en cada pulgada de la pantalla del televisor pero sobretodo, en cada poro de su cuerpo, en cada milímetro de su humanidad.

(…)

Había pasado no menos de una década desde que ambos decidieron tomar caminos distintos para embarcarse en sendas aventuras profesionales en latitudes bastante remotas. Dejaron de lado, pero no en el olvido, vínculos de amistad que juraron jamás disolver; por el contrario, se hicieron la promesa de conservar latentes esas íntimas charlas matutinas, vespertinas y nocturnas, llenas de sinceridad y a veces de erotismo, llenas de verdad y a veces de miedo, llenas de amor y a veces de terror. Quizás el miedo y el terror, el horror y el espanto provenían de pensar qué sería de aquel que tenga que soportar la partida del otro, de verlo irse sin saber cuándo volvería a verlo, a tocarlo, a sentirlo, a olerlo, a acariciarlo, a tenerlo, o simplemente a mirarlo, clavarle la mirada fija y darle a entender que eran dos en uno y uno en dos, que podía tomar su mano cuantas veces quisiese y ¡gritar!... ¡tan sólo gritar! Gritar si quisiese… vomitar la rabia reprimida, la cólera intensa, o la alegría inmensa que pudiese estar soportando en ese momento, porque para eso habían sido criados bajo el mismo techo, para que sean amigos, como Rómulo y Remo, que logren algo en la vida (“y si es juntos, mejor” les decían), que dejen huella, que se hagan notar.

Fue por ese lazo trabajado a lo largo de los años que se hicieron el compromiso de contactarse con frecuencia, que la distancia física ni los accidentes geográficos sean impedimento para saber algo más que si el uno u otro estaba vivo, o si había conseguido trabajo, o le iba bien en el amor. El punto neurálgico, la base de esta relación, sus cimientos, eran aun mucho más sólidos: fraternidad. Había que librar batalla, duro y parejo para hacer que la calidez de los encuentros a los que estaban acostumbrados pase a través del hilo telefónico y llegue a ser ‘palpable’ para el interlocutor.

(…)

- Esto es una m#er&@... Yo no sirvo para estas cosas. Cuando me atreví a venir a Europa era porque quería irme de mi casa, probar una nueva atmósfera, culturas nuevas, flaquitas ricas, pero esto no es lo que quiero para mí… (lágrimas)… yo realmente no-sir-vo para esto… te extraño, compañera. Te extraño un montón. Ven a verme, a recogerme…
- Sabes que me encantaría, querido, pero no se puede. Tengo mucho que hacer aquí todavía, pero no sabes las ganas que tengo de largarme de aquí. ¡Largarme de una vez y no volver más! ¡Jamás! ¡Nunca más, carajo!... en verdad… encima a estos chinos pelotudos no les entiendo nada. Qué jodido es todo esto… pero…
- ¡Pero nada! Sólo arráncate. Yo tengo plata. Si es por billete no te preocupes, yo te pongo todo: pasajes, chelas, juerga, casa… aquí tienes un techo donde quedarte. Ven por favor.
- No puedo, cariño… Oye… ¿y si volvemos a Lima?
- ¡¿Estás loca?! ¡Ni de vainas! No vuelvo a Lima. Además, ¿para qué quieres volver a Lima? ¿Para ver a la misma gente de siempre? ¿A tus amiguitas que miran a todos por encima del hombro? En fin, son cosas tuyas.
- Sí, son cosas mías. Oye, payaso… más bien saca esa canción de fondo… ya te dije que te olvides de esa idea, ¡no pasará nunca!

El bravo Frankie Ruiz se lucía en el equipo de sonido. Un disco compacto que se había llevado desde Lima era su única compañía, pirata no más, total… si a mí la salsa tampoco me afana tanto.

♪♪ ♪♪ ♪♪ ♪♪
“…mira qué irónica es la vida
aún me deseas con la misma intensidad
con que rodábamos amándonos en la hierba
cuando yo apenas comenzaba la universidad…”
♪♪ ♪♪ ♪♪ ♪♪

(….)

Él y ella, o ella y él (las damas primero), seguían siendo los mejores amigos del mundo, sin derecho a roce, como siempre. Se contaban todo, compartían todo. De un tiempo a esta parte en sus mentes elucubraban cómo lograr aquello que les exhortaron cuando niños: dejar huella, hacerse ‘grandes’. ¿Pero cómo? Había que lograrlo de alguna manera; sin embargo, había ciertos factores que estaban alterando su paz interior, su tranquilidad emocional, la cual se estaba viendo afectada. Las conversaciones ya no eran las mismas. Se exacerbaban, se enervaban, se irritaban, con mentadas de madre y mandadas al diablo incluidas. ¿Por qué todo cambió en tan poco tiempo?

- ¿Qué me preguntas a mí, oye, chistosa?
- ¡Háblame bonito, payaso!
- Viniste con tus aires de mujer cosmopolita, que yo estuve aquí, que yo estuve allá. Cuenta completo, pues. ¡Diles qué estabas haciendo!
- ¡Cállate la boca!
- Pero esto no es ni culpa tuya ni mía. Yo sé muy bien quién es el culpable. Tiene nombre y apellido y es un cretino.
- No te atrevas a hablar así.
- Algún día me darás la razón y ese día seremos grandes, haremos noticia.
- Estás peor cada día… no te soporto.

Cruzó la puerta como si de eso dependiese su vida, furiosa, rápido, muy rápido, tratando de olvidarlo todo y de recuperar fuerzas para empezar de cero. A fin de cuentas volver había sido una decisión que tomó sin ninguna presión más que la suya propia. Sabía que le iba a costar y de verdad lo estaba sintiendo.

(…)

- ¡M#er&@! ¡¿Qué es esto?!

La escena no necesitaba intérpretes.

- Tres, cuatro… tres, cuatro…. Ubica…
- Frente.
- Veinte… comprendido.

La tenue luz le daba un tono aún más tétrico y lúgubre a la situación de lo que ya era de por sí. El ambiente sórdido e impactante estaba esparcido por todo el departamento. Sala y comedor coloreados gratuitamente por un pacto de antaño, de esos que no se rompen. No se defrauda nunca a un amigo y si es de la infancia menos. Es como tu hermano, acuérdate siempre de eso.

Eran casi la una de la mañana y los dos cuerpos reposaban cansados, extasiados –quién sabe si aún excitados- por el encuentro intenso de las últimas casi cuatro horas. Era difícil imaginar mayor placer que aquel que aún replicaba en el ambiente, en cada mueble de la habitación, en cada pulgada de la pantalla del televisor pero sobretodo, en cada poro de su cuerpo, en cada milímetro de su humanidad.

- Y ahora… ¿qué dirá tu novio?
- Nada pues, güevón… si ya lo mataste.
- No te opusiste…
- No tenía opción, me estaba asfixiando.

El bravo seguía luciéndose:

♪♪ ♪♪ ♪♪ ♪♪
“…soy eterno fuego, tu fantasía…
soy el que motiva tus escapes cada día
esto es un peligro pero es divino
y es que en el peligro está el sabor de lo prohibido…”
♪♪ ♪♪ ♪♪ ♪♪

Friday, October 24, 2008

Sigo sin entender...

Los hombres, ¿debemos entender a las mujeres o simplemente debemos quererlas como son?
Si digo que esta pregunta se aparece en promedio una vez al día en mi cabeza, o que la cito en cada oportunidad que tengo durante una conversación, o que sale a relucir cuando discuto con mi enamorada, no estoy mintiendo.
Efectivamente, cada una de esas sílabas retumban, primero en mi cabeza y luego en el ambiente, con desmesurada frecuencia, con la rapidez de un disparo, con el ímpetu de un zaguero uruguayo (o alemán), con la energía de un toro de lidia, en cualquier instante, no discrimina.
Se trata de una especie de virus personalizado para Hvgo ALonso, que me ataca sin mirar el lugar, el momento ni la compañía, que irrumpe en mi espacio como un sismo que alborota a una apacible ciudad durante una tarde soleada, por ejemplo.
Su presencia suele ir in crecendo a medida que el tema abordado coquetea con la psicología femenina, con sus gustos y preferencias, con sus alegrías y amarguras y, sobretodo, con las CAUSAS de éstas.
Cualquiera que lea estas primeras líneas podría afirmar que ya debo tener respuesta a tan particular cuestionamiento.
NO, la respuesta es NO.
Y la respuesta es NO pero no porque sea incapaz de tomarme siquiera cinco, diez minutos para divagar sobre un determinado porqué, o ensayar siquiera una respuesta que me sirva de excusa para salir del paso cada vez que se presente de nuevo esta interrogante. Tampoco es NO porque esté sentado esperando alguna inspiración divina que llegue en el momento menos esperado, quizás en el trabajo, en la movilidad, en el supermercado o en el baño de un estadio inclusive, sino que -incluso- he buscado opiniones de especialistas, aquellos compañeros de junta a quienes he visto flirtear con inumerables féminas: grandes y pequeñas, flacas y gordas, feas y bonitas, de todos los estilos, tamaños y colores.
Aunque muchos de ellos sí se animaron a soltar una respuesta, algunos con la seguridad de hincha crema en medio del Comando Svr (con casaquilla merengue incluída), ninguno me convenció del todo. Al contrario, surgieron otras interrogantes que tendrían que ser materia de otro post pero ninguno dejó claras las cosas. Si debo resumir las palabras de mis entrevistados podría decir que:
"Los hombres no deben entender a las mujeres, sólo deben quererlas"
¿Estamos de acuerdo o estamos todos locos, fierita?
En parte me deja tranquilo y con la sensación de que es lo más beneficoso para una relación H-M y en parte, no.
¿Por qué SÍ?
  • Porque ponerla en práctica llevará a compromisos más armoniosos.
  • Porque nos hace ahorrar tiempo en discusiones que pueden ser aprovechados para otras cosas más interesantes.
  • Porque ellas se sentirán más tranquilas y felices con nosotros.
  • Porque nos tomarán por confidentes, sinónimo de un aumento en el grado de confianza que habita en la relación.
  • Porque recibiremos más muestras de afecto de su parte (y de sus partes, no seamos hipócritas).
  • Porque las conversaciones serán en un tono más dulce.
  • Porque ellas siempre estarán de mejor humor (importantísimo).

¿Por qué NO?

  • Porque nosotros también tenemos mucho por decir.
  • Porque nos gusta ser escuchados.
  • Porque a veces queremos ser engreídos y que nos engrían.
  • Porque 'todas las parejas del mundo discuten. Es normal, chiquita'.
  • Porque no siempre vamos a estar de acuerdo con sus posturas y/o actitudes.
  • Porque pretendemos vernos y sonar más maduros que ellas.
  • Porque queremos vernos decididos en nuestras palabras (consejos) delante de ustedes.

En realidad, todo lo escrito anteriormente no es más que un punto de vista personal de este servidor. Cada persona que lea el post puede tener una óptica distinta, una visión particular de tan manoseado tema, de tan prostituido tópico, de tan vilipendiado -y venido a menos- capítulo en la historia de las relaciones H-M.

En fin... ¿y ustedes, lectores (ja, como si fueran un montón), qué opinan?

Friday, October 10, 2008

¡Super NES!

Durante los 90's se dio la fiebre del 'super' (Super Nintendo para los entendidos) o el 'vicio' (para los que lo dejaban todo por una hora de juego) con furor tal que no hubo un solo niño -y joven también- que se resistiese a la tentación de alquilar 'una horita, seño' de cualquier juego, aunque claro, habían los favoritos como Contra, Street Fighter (¡abuket!), Human Soccer, Top Gear y otros más.
Siempre se podía identificar en cada cuadra una casa, o bodega incluso, que fungía de casino para chicos, medio clandestino, algo así como un night club en pleno barrio chino de Malasia, oscuro, con el ambiente cargado por el humor desprendido por aquellos que llevaban horas de juego continuo, sin descansar, sin pestañear. Recuerdo claramente que la gente se juntaba para las amaneceidas del fin de semana, se alquilaban 7 u 8 horas de porrazo. De viernes a sábado.
El ausentismo en los colegios fiscales, y los particulares también, se incrementó considerablemente. Las batidas dejaron de hacerse en los barrios marginales para pasar a las zonas céntricas y levantar a cuanto chibolo uniformado -o no- haya en los 'vicios'. Allá por el '94 fui víctima de una de estas levas que me hicieron terminar en una comisaría con la cara bañada en lágrimas (nótese que sólo tenía 10 años). En esa oportunidad no llegué ni siquiera a alquilar, ni siquiera a preguntar si había sitio. Sólo tuve la mala fortuna de estar en la puerta decidiendo si entraba o no. En fin. Abuso de autoridad.
Era en medio de esos lugares completamente hacinados -también había de los otros que eran más amplios y cómodos y más caros también- en los que coincidían chicos y no tan chicos.
Recuerdo que más de uno llegaba con su primo mayor para retarlo en una carrera de Top Gear, un mundo en Mario Bros. (super Mario Bros. sobretodo) o un partidito en Super Soccer (recuerdo uno que era el Human, antecesor del Winning Eleven y el Pro Evolution Soccer versiones 2008). Incluso, haciendo un ejercicio de memoria profundo, intenso, llego a visualizar una oportunidad en la que llegué a alquilar no una o dos horas de juego sino que, para 'fortuna' mía, llegué a llevarme el mismo aparato de Super Nintendo a mi casa, previo pago y dejando alguna garantía.
En el '98 pude comprarme mi propio SNES pero en ese momento perdió emoción toda esta parafernalia y lo seguí usando pero ya no con tanta frecuencia y no porque me haya vuelto un 'tigre' en el Super Star Soccer International sino porque ya no era lo mismo que ir a un 'vicio' y retar a un visitante de turno del lugar. Ahí se veía quién era quién.
Hoy en día estoy hecho una 'madre' en Play Station y mis partidos en el WE11 no bajan de 3 - 0 en mi contra. Una lástima. Ya nadie vitorea mi nombre. Ya no grito mis goles. Admiro los de otros. Juego con el AC Milan pero siempre pierdo con el Chelsea, ya no de un primo mayor sino de Aarón, mi primo 7 años menor. Una lágrima.
Llevo años tratando de recuperar mi vigencia, la gloria que se ha diluido en el ambiente (puede ser en ese ambiente rancio de los locales de juego) y que no volverá, el sitial que me corresponde como abanderado de la generación del 'vicio', de la hora a 'luca', de la media hora a 'china'. Mi hermano menor también me ha perdido respeto. Me golea, me humilla, se burla. Me siento sin autoridad para reclamarle algo, sólo atino a celebrar eufórico -como el 'Pipo' Inzaghi, el 'Checho' Ibarra de los Apeninos- los pocos goles que aún encajo en portería contraria.
¿Por qué escribo todo esto? Porque esta semana apareció en la web de El Comercio un blog bastante simpático y del cual rescato el siguiente video, grabado por algún monstruo, un virtuoso del 'super', de esos que deben quedar pocos. Un tigre.

Tuesday, October 7, 2008

Ojo vigilante*


* Fuente: Suplemento Día 1 del diario El Comercio del lunes 6 de octubre de 2008.